D. CAPITULO III

¿Por qué se cierra el ferrocarril?

Como siempre pasa en este bendito país, a las cosas que sirven, a las que dan trabajo a la gente, a las que hacen florecer a los pueblos, las matan. Eso pasó con el Ferrocarril Provincial. Corría el año 1961: durante el gobierno del Dr. Frondizi se tomó esa medida de gobierno,
con un diseño del entonces Ministro Alvaro Alzogaray, ya que el Fondo Monetario Internacional propuso un plan de levantamiento de líneas férreas, por que las mismas daban 2.000 dólares de déficit por día. Y como todos los gobiernos que tuvimos, ese también acató la orden sin decir nada.
Una compañía norteamericana, compuesta también por franceses, elaboró el conocido Plan Larkin que lleva el nombre del general norteamericano que lo dirigió. Una vez que realizó el estudio correspondiente aconsejó al Gobierno Nacional la suspensión de muchos kilómetros de vías. Fue entregado al gobierno argentino en febrero de 1962. A través del tiempo se visualiza que era el coronamiento de la ley 11.658 de vialidad de 1932. Estaba todo claro: para que se expandieran los caminos pavimentados y los automotores, el tren debía ser minimizado.

Las clausuras de ramales previstas por el Plan Larkin, se cumplieron inexorablemente, lo que puede explicar muchas desgracias argentinas.
Cerca de 15 años después, la dictadura cívico - militar del 76 golpeó decisivamente contra el sistema ferroviario nacional con cesantías para miles de obreros y un afinado plan, Aquel plan logró la eliminación de un tercio de los ramales y actuó despidiendo a unos 70 mil trabajadores ferroviarios.En 1992 el neoliberalismo encarnado por Menem – Dhualde concluyó la tarea y, efectivamente, termina por cerrar gran parte de los ferrocarriles que quedaban, tomando como botín de guerra, el patrimonio de todos los argentinos. Miles de kilómetros de territorio poblado, se incomunicaron al instante, y la agonía de esos centros de vida social y productiva no tuvieron otra salida que treparse a las sombras de la nada.
Hubo y hay pueblos qu
e quedaron, en la nada absoluta, reducidos a un destino fantasmagórico por efecto de la desaparición de los servicios ferroviarios; las secuelas: personas que perdieron sus empleos, por miles, propiedades depreciadas, la vida misma reducida a una tan temible como desconocida condición: todo eso porque había que matar al Ferrocarril: un medio de transporte y fletes esencial y seguro por excelencia.

Con la toma de esta medida, que se fue aplicando en forma paulatina hasta hace pocos años, la clausura de los ramales produjo un gran impacto económico en todo el país, que como es lógico, también afectó a Carlos Beguerie.
Un 28 de octubre de 1961 llegó un telegrama que anunciaba el inminente cierre del Ramal, lo que afectó la vida social, económica y comunicacional del pueblo.
Se inició un movimiento vecinal en pro de la reanudación de los servicios. Este petitorio llegó al Gobierno de la Provincia, el cual estaba suscripto por la comunidad en pleno, para que se restituyera tan vital elemento de comunicación y movilidad.
Como ya todos sabemos nunca se hizo caso a los reclamos y Carlos Beguerie entró en la lenta agonía. Aún sigue subsistiendo, a pesar de haber sufrido la pérdida de su mayor fuente de trabajo y la congoja que sumergió a todos sus habitantes, que a diario van salvando las dificultades que se les presentan, en lo económico, lo social y en la comunicación con el resto de los pueblos.
La trocha angosta en la Provincia de Buenos Aires tiene un destino extraño, sus ramales en general, no se levantaron, sencillamente se abandonaron, primero desaparecieron los durmientes, luego la tosca de sus terraplenes, dejando espacios donde al poco tiempo, en zonas pobladas, florecieron villas miserias o se abrieron calles nuevas y así sin acta de defunción, sin una fecha para cerrar la historia los ramales de trocha angosta sencillamente dejaron de existir.
Las estaciones se convirtieron en casas, chacras, quintas, o dependencias municipales, a veces con tramos de vía que merced a la vigilancia de sus moradores no pudieron ser depredados; los puentes están casi todos; sobre la trocha ancha aun se los puede ver, allí donde la angosta saltaba sobre ellos, sin los terraplenes, sobre sus estribos de ladrillos, aun están como tristes monumentos a la desidia y el abandono.

Mirando a lo lejos en nuestra historia y dentro del contexto dentro del cual se desarrollaron los hechos, “el trocha angosta”, como se lo conocía, hubiera modificado sustancialmente el panorama ferroviario bonaerense de haber seguido en avance. Por lo menos así lo manifiestan los estudiosos del tema. Por esto, el gobierno de la provincia subrayó en diversas oportunidades la importancia de ese transporte, que sería vital para integrar pueblos y poblados incipientes. Abaratar fletes y entregar puntualidad, tanto en el ramal de carga como de pasajeros, fue el lema de los organizadores. Hay que luchar para recobrar el tren. El tren es vital para el progreso de los pueblos.
Existieron poetas que de una manera u otra trataron de reflejar la vida del ferrocarril, tal es el caso de Juan Zibechi, poeta que en el año 1937 escribió su libro
“Blasón de Hierro”, dentro del cual hay numerosas poesías dedicadas a la vida del ferrocarril: “El foguista”, “Udaondo”, “A los limpia máquinas de Mira Pampa”, “La locomotora”, “Atardecer en Mira Pampa”.





Juan Zibechi



La Estación

No se borra en mi memoria
aquella estación de pueblo
paseo de enamorados
Deambular de algunos perros.

Como un desfile de modas
por escenario el andén
mostraban su indumentaria
para otros y los del tren.

Parecía una redacción
de un diario sin terminar
y de cualquier novedad
Allí se podía enterar.

El auxiliar bien atento
a su quehacer cotidiano
es la ayuda de memoria
le agrada ser consultado.

En el final del andén
los bultos en un montón
el peón espera paciente
trasladarlos al furgón.

Se oye el pitar, va arribando
el tren con varios vagones
y su silbato tan bello
alegra los corazones.

El bullicio incrementado
abrazos de los parientes
un pibe que se ha ofrecido
a llevarle los paquetes.

Se oye el toque de campana
indicando la salida
y el silbato de la maquina
y el guarda le da partida.

Se aleja el tren y en silencio
queda envuelta la estación.
Mañana será otro día
a la hora de reunión.

Norberto Román Cejas



Llegada de un tren al pueblo

2 comentarios:

Héctor dijo...

Sería posible conseguir un ejemplar de este libro? Blasón de Hierro

Fanáticos del Ferrocarril dijo...

Me gustaría poder conseguir aunque mas no sea las fotocopias de ese libro. Podrá ser?