Carlos Beguerie es la herencia que recibimos de nuestros antepasados,
con esfuerzo lograron que el pueblo trascendiera a través del tiempo.
Nos toca a nosotros continuar con ese esfuerzo.
Los que viven y los que ya nos fuimos deberíamos unirnos para rescatar a
Carlos Beguerie, que las futuras generaciones vivan el amor que todos sentimos
por nuestro pueblo.
Desde acá debemos lograr que la memoria de este pueblo perdure.
Un pueblo no muere cuando mueren sus casas; un pueblo muere cuando es su
memoria la que desaparece, cuando mueren sus raíces, cuando ya no tiene quien
le llore. Y es hacia aquí, donde va nuestro esfuerzo.
Este es un homenaje a todas y cada una de aquellas personas que a lo
largo de estos 100 años, en algún momento, han dado vida a este pueblo.
Redacción y Dirección periodística: Cecilia Zuccotti , Nicolás Bagliere
EL
CENTENARIO FUE EL CONGRESO DEL ENCUENTRO Y LA EMOCION
Por Jorge Garavento
El centenario
de la localidad de Carlos Beguerie, fue el gran congreso del encuentro y la
emoción, porque quedó demostrado que el paso de los años, y quienes tomaron
decisiones equivocas al
clausurar el ramal ferroviario, no pudieron quebrantar los cimientos de los
valores de un pueblo.
En 1961 se
produjo el éxodo de los hombres del riel, quienes tuvieron que buscar
forzosamente, horizontes nuevos para no perder la fuente de trabajo, otras
familias se quedaron con la amargura de saber que se estaba cometiendo un acto,
que tendría como consecuencia la postergación y el atraso, pero le hicieron
frente, a esa adversidad generada por el gobierno de Arturo Frondizi.
La historia
del pueblo es muy vasta, pero si nos ubicamos a principios de la década del
“70, cuantos recuerdos emotivos embargan aquellos momentos, donde –sin el
ferrocarril- Beguerie era otra cosa, y en este centenario vuelven a la mente,
nombres de personas que no
esquivaron responsabilidades,
y muy por el contrario, demostraron compromiso, y a su vez le fueron inculcando
esa identidad y arraigo a sus hijos, nietos y cuanto familiar amara este
pueblo.
Como no saber
que hubo en Beguerie, los maestros Martín Guidi y Cipriano Aguirre, dedicados a
pleno por la educación y formación de hombres y mujeres hoy entrados en edad.
También conocer a través de sus obras literarias a Juan Zibechi, un joven ferroviario que allá, en la
década del “30, se dedico a escribir, esas cosas simples, pero con un profundo
sentido poético. Como no saber, valorar y recordar todo lo que hizo el doctor
Alberto Bozzano por generaciones de habitantes de Beguerie, dejo su vida en el
pueblo, y el recuerdo perdura, porque una placa frente a la sala de primeros auxilios,
ilustra al visitante y hace recordar al distraído, ya que allí figura su nombre, porque no acordarse de Doña Clara Borda, la enfermera que lo
acompaño, sin saber de limites a la hora de asistir a algún vecino. Si parece
verla en una bicicleta rodado ancho, transitando entre las polvorientas calles,
sin interesar la hora, su prioridad era llegar y brindar su mano
solidaria.
Porque no
dejar volar el recuerdo emocionado de quienes aman el pueblo, y mencionar a
Julieta y Matilde Beguerie, como
también a Doña Joaquina Pérez de Bolla, que
le pusieron voluntad para concretar el templo parroquial, si pareciera verla a
esa mujer diminuta en su contextura física, pero una gigante en la fe
cristiana, como fue Doña Mercedes Roca, ella fue hasta muy anciana custodia
inclaudicable de la capilla. Como no recordar al “Chulo Figueroa, con su trato
pausado, dueño de mil anécdotas, con su mula trayendo la reses del matadero, ponerlas en el gancho y luego en el
mostrador, mientras despuntaba el vicio, arreglando algún lazo cortado en
un pial, en épocas que se
hacia la yerra en las estancias que rodean el pueblo.
Como olvidar a
Roberto Robaldi, “El Chamaco”, que
cada Navidad le ponía el
condimento de la serenata a las familias del pueblo, se amanecía cantando en
los bares, pero jamás nadie pudo mencionar que estuvo enredado en algún lío,
siempre el respeto estuvo primero. El
Bar de la querida Juana, el boliche de Beluchi, lo del Flaco Cristìa, el hotel
de los Galerani, el almacén
de Floro Tranguera, si hoy al pasar parece verlo. El típico sombrero
“compadrito” de Sutherland con “la fonda”, lugar de concurrencia de los
ferroviarios.
La pasión de
Clara Cancelo, por la camiseta de social, y que nadie le hablara mal de Evita y
del General Perón, cosas de
un pueblo que en esa resistencia siguió su camino, con todo lo relatado. Miguel
Scamochero, con su boina blanca, y su fidelidad al partido radical, su hermano
Ciriaco, el peluquero del pueblo alla por los “70. Como no decir que Abel Rojo
y Odin Fleitas, editaban el periódico Ráfagas, allá por la década del
“30, órgano de
comunicación de la comunidad, María Irazabal, siguió con la librería, donde en
épocas difíciles de la patria, se iba en búsqueda de los principales diarios de
tirada nacional. La panadería de don Ángel Bruno, que también arreglaba aparatos electrónicos, cuantos vecinos
habrán ido a las apuradas para que le reparen la radio, ya que era una fuente
de información que ayudaba a hacer frente a la desinformación y
aislamiento. La escuela Nº
7, por sus aulas pasaron muchísimas promociones y ahora esperan 2015 para
festejar el centenario.
Las jineteadas
en la estancia Los Pinos, con la animación del Gringo de Lobos, los payadores,
el Turco Jorge Cafrune, desfilando en el bulevar viejo de ingreso, con los
eucalipstos alto, cargados de recuerdos.
¡¡Cuanta
emoción inolvidable en este centenario¡¡¡ es revivir un pasado glorioso, donde
el pueblo era una gran familia, y lo sigue siendo por mas que algunos
violentos, quieran inútilmente perturbar esos valores. El hecho que quienes se
fueron regresen oxigena el alma, y el poder ver a todos inundando las calles de
Beguerie es una postal esperanzada del mañana.
Ahora la
idiosincrasia del pueblo volvió a ser la misma, con idéntica quietud, con el
recuerdo de quienes estuvieron, de aquellos que prolongaron su regreso, para no
decir adiós, porque la
fuerza del reencuentro, imponía los sentimientos de un Beguerie que llegaba a sus cien años.
Pero sus
hijos, una vez más, volvieron a sus destinos, echando una mirada al atardecer
del sábado 4 de agosto pasado, imagen que quedara grabada en cada uno de ellos,
pero el compromiso del regreso no se agota, porque la grandeza de un
pueblo no se mide por el número de sus habitantes, como no se mide por la
estatura la grandeza de un hombre. Esas son las cualidades y valores que tiene
la gente de este pedazo de suelo patrio, orgulloso de sus orígenes, su presente
y su futuro.
Agradezco al Señor Jorge Garavento su colaboración
FOTOS DEL CENTENARIO
Revista del Centenario